Fandom: Beyblade
Nivel de conocimiento previo requerido:
Bajo o nulo
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La segunda temporada de la Saga Metal es recordada por mucha gente como la mejor, lo que tiene mucho sentido. Mientras Metal Fusion tuvo un enfoque excesivo en la historia del protagonista y no dejó ver muchas cosas que no estuviesen relacionadas con él, Metal Masters aprovechó su temática del Campeonato Mundial para expandir sus horizontes de forma esplendorosa. Casi cada nuevo equipo presentado tenía una historia que contar, y entre tantos rivales nuevos, ver Metal Masters se sentía como un auténtico tour a través del mundo del Beyblade.
Así, por ejemplo, el equipo de China se volvió mi favorito, los equipos de Rusia y de Arabia me dejaron con ganas de más apariciones, los equipos de África y de la Unión Europea se ganaron mi respeto, y el equipo de Brasil se ganó mi desprecio.
El equipo chino: Wang Hu Zhong. De todos ellos, mi favorito es el segundo de la imagen: el líder, Dashan Wang. Tal vez sea porque su actor de voz en Hispanoamérica es el icónico Pepe Toño Macías… |
El equipo brasileño: los hermanos García. Este cuarteto de pelmazos tiene casi tanto desprecio de mi parte como Doji. Si has visto la serie, sabes por qué. |
Metal Masters también reintrodujo, como ya mencioné en la parte 2 de esta serie de publicaciones, a Ryuga, esta vez como un personaje neutral que había abandonado sus actos villanescos. Este suceso por fin hizo que aceptara mi agrado por Ryuga sin sentirme culpable de nada, al grado de que el episodio 42 de la temporada (que es protagonizado por él) me tuvo ovacionándolo en todo momento. Su cantidad de apariciones se redujo a la mitad de las que tuvo en Metal Fusion, pero esa aura imponente que cargaba cada vez en pantalla seguía ahí, así que ver a Ryuga en Metal Masters fue algo así como un lujo de alta rareza.
A ver, seamos sinceros: el tipo sigue estando bastante chiflado. Pero cuando menos ya no está en contra de los héroes, así que algo es algo. |
Con tantos eventos divertidos ocurriendo en Beyblade, ya se imaginarán lo mucho que mi yo de 12 años deseaba hablar de ello. Tristemente, para este punto de mi vida, el Beyblade era un gusto que tenía que disfrutar en soledad.
LA ÚLTIMA EN PIE
Retrocedamos un poco en el tiempo, cuando la primera temporada estaba emitiendo sus primeros capítulos.
Ahora necesito que tengas una noción en mente, amable lector: el Ánime de Beyblade sólo existe para darle publicidad a los juguetes. La serie animada es el mayor medio de publicidad con el que Beyblade cuenta. Así fue desde el comienzo y así sigue siendo hasta nuestros días. Si el Ánime cumple con su cometido mercadotécnico, es muy probable que los Beyblades se vendan bien, y que por lo tanto la marca se mantenga a flote.
Por desgracia, el furor por la Saga Metal se apagó tan rápido como se encendió, y todo apunta a que eso se debió al Ánime.
Si leyeron mi publicación acerca de Mega Man: Fully Charged, recordarán cómo esa serie animada fracasó
gracias a su horrible horario de
transmisión. Pues bien: la Saga Metal de Beyblade sufrió ese mismo destino.
Durante su debut, Metal Fusion fue
emitida de lunes a viernes a las 2:30 de la tarde: un buen horario para que los
niños y adolescentes la vean tras salir de la escuela. Pero tras emitir
aproximadamente unos 15 episodios, el horario de emisión fue trasladado a LOS
SÁBADOS Y DOMINGOS A LAS 7:30 DE LA MAÑANA. Como ya se podrán imaginar,
casi ningún niño o adolescente se levantaría tan temprano los fines de semana
sólo para ver una caricatura de trompos mágicos. Este fue el primer clavo en el
ataúd.
El segundo clavo fue la dificultad de comprar Beyblades en mi localidad. El único lugar donde podías encontrarlos era en la sección de juguetes de nuestra Bodega Aurrerá local, la cual estaba lejos de la zona centro municipal. En aquel entonces, pocas eran las personas dispuestas a manejar hasta Bodega Aurrerá para hacer sus compras, así que también eran pocos los niños que conseguían Beyblades. Es cierto que en fechas navideñas otras jugueterías locales ofrecían Beyblades, pero eso es sólo una vez al año.
De este modo, con el Ánime emitiéndose a una hora ridículamente temprana para su público objetivo, y con los juguetes siendo poco accesibles, es fácil entender por qué el furor del Beyblade se desvaneció tan rápido en mi entorno local. Para cuando Metal Masters estaba emitiendo sus últimos episodios, los Beyblades fueron retirados de Bodega Aurrerá; de hecho, yo nunca llegué a ver Beyblades de la tercera temporada siendo vendidos en mi localidad. Muchos de los niños con los que yo solía jugar Beyblade en el recreo acabaron regalando, perdiendo o desechando sus trompos.
Este Blue Grand Cetus de Hasbro me fue regalado por una amiga cuando dejó de jugar Beyblade. |
En pocos meses, los únicos que seguíamos jugando Beyblade éramos mi hermano y yo. Otro par de meses después, él también dejó de jugar porque perdió el interés, incluso si yo seguía intentando mantenerlo interesado platicándole lo que ocurría en el Ánime.
Porque sí: como la serie de Beyblade era mi hiperfijación, yo no dejé de verla a pesar de que tuviese que madrugar en fines de semana. Es curioso, porque hoy en día, teniendo más de 20 años y cargando con múltiples responsabilidades propias de la vida adulta, me gusta pensar que el hecho de acostumbrarme a madrugar en fines de semana para ver Beyblade me ayudó a sobrellevar esa transición del despreocupado estilo de vida infantil al ocupado estilo de vida juvenil y adulto.
Aun así, eso no cambia el hecho de que en un año me convertí en la última fan de Beyblade en pie dentro de mi entorno social. Casi todos los momentos del Ánime que me hicieron emocionarme tuve que pasarlos en soledad y silencio. No tenía amigos que quisieran escucharme hablar acerca del regreso de Ryuga, del problema de corrupción de Tsubasa, de la batalla entre Gingka y Damian, o de la manipulación que Toby sufrió.
Llegó la tercera temporada de la Saga Metal (Beyblade: Metal Fury), la cual, como algunos de seguro saben, volvió a darle un alto nivel de protagonismo a Ryuga. Al mismo tiempo que gocé sus apariciones, sufrí cada vez que deseaba hablar con alguien acerca de él. ¿Recuerdan que en el pasado mencioné cómo me gustaba hablarle a mi Lightning L-Drago como si fuese un amigo imaginario? Pues ya imaginarán lo mucho que le hablaba en esta etapa de mi fanatismo, cuando no tenía amigos o familia para desahogar mis pensamientos.
La gota que derramó el vaso en cuanto a contener mi fanatismo llegaría cuando tenía ya 13 años de edad. Por esas fechas, cierto episodio del Metal Fury fue estrenado: un episodio que me enseñó lo que es llorar por un personaje animado.
LA MUERTE DE RYUGA
Al hablar de Metal Masters, ya mencioné que Ryuga fue reformado, pero también pasó a segundo plano a nivel argumental. Metal Fury se encargó de cambiar eso, mostrando al peliblanco tan temprano como desde el cuarto episodio y manteniendo cierta relevancia en su historia.
Ahora que Ryuga no era un villano, los episodios dedicados a él mostraban más su día a día y su personalidad cuando no estaba enfrascado en una batalla. Tristemente, resulta que esa personalidad no era para nada amigable: la obsesión de Ryuga por ser el mejor combatiente lo orillaba a pasar sus días solo, entrenando tanto como era humanamente posible. Su actitud egocéntrica y fría hacia el resto del mundo demostraba que, incluso si ya no era un villano, seguía siendo fácil que le cayera mal a los demás.
En Metal Fury, Ryuga es uno de los nueve guerreros profetizados para salvar al planeta de una deidad maligna, pero como al peliblanco le vale un comino el resto del mundo, no acepta unirse al resto de los héroes. En un intento un poco desesperado por hacer que Ryuga aceptara su labor, Kenta Yumiya –el menor y más débil de los amigos del protagonista– decide seguirlo a donde quiera que vaya para intentar demostrarle su valía. Si Kenta lograba ganarse el respeto de Ryuga, entonces Ryuga haría caso a su petición y se uniría al resto de los héroes profetizados.
El episodio 7 de Metal Fury es, de lejos, uno de los mejores episodios de la Saga Metal entera. La forma en que se narran el día a día de Ryuga y la determinación de Kenta es asombrosa. |
Sabiendo que ya les mencioné que Ryuga demostró ser un egocéntrico indiferente, de seguro estén pensando que los intentos del pequeño Kenta serían inútiles. Al inicio, así fue. Pero conforme la temporada progresó, de algún modo incomprensible para mi yo de 12 años, Ryuga en serio pareció tomarse cada vez más en serio al chico. Comenzando con una mirada reflexiva en el episodio 24 y culminando con un combate en el episodio 29, el peliblanco tuvo que tragarse su arrogancia para aceptar la realidad de muy mala gana.
Tal vez yo era una fan de Ryuga, pero no estaba ciega. La actitud que mi personaje favorito estuvo tomando durante casi todo Metal Fury me desesperaba sobremanera, y no puedo negar que a veces me daban ganas de darle un golpe en la cara para ver si así le entraba algo de razón y se ponía en marcha para evitar el condenado fin del mundo. En consecuencia, empecé a vivir una especie de déjà vu con respecto a lo vivido en mi fanatismo por Ryuga en Metal Fusion: una parte de mí me decía que estaba mal admirarlo, pero la otra parte no dejaba de interesarse por él.
Hoy en día, casi una década después de haber conocido al personaje, y habiendo decidido dedicar mi vida al estudio y la práctica de la animación, por fin soy capaz de explicar a qué se debía este viejo choque de pensamientos en el interior de su servidora. Ahora voy a explicarles la que yo considero que es la explicación.
En la parte 2 de esta serie de publicaciones, cuando exploré
el comienzo de mi fanatismo por Ryuga, comenté que su magia se encontraba en el misterio rodeando su persona, y que en él había una chispa difícil de
identificar e inexplicablemente atractiva para mí. Conforme Metal Fury nos mostró el día a día del
peliblanco, hubo un detalle que mi mente infantil saltó en su momento, pero que
mi mente actual no puede dejar de notar: Ryuga tenía una hiperfijación por el
Beyblade.
¿Por qué alguien dedicaría cada segundo de su existencia entrenando en soledad?
Porque para él, no había nada más
importante que practicar Beyblade. ¿Por qué alguien actuaría de forma tan
indiferente para con el resto del mundo? Porque
para él, el resto del mundo no valía nada en comparación con el Beyblade.
Ryuga nunca actuó de forma grosera porque deseara ser grosero. Lo hizo porque estaba tan encerrado en su burbuja que era incapaz de mirar la situación que lo rodeaba. Y lo peor era que, como su entrenamiento obsesivo sí daba frutos (Ryuga es considerado uno de los 3 luchadores más poderosos de la Saga Metal), su distorsionada mentalidad le hacía creer que el mundo era el que estaba equivocado, no él. De ahí nacía su arrogancia excesiva: de la idea de que sólo él conocía el secreto de la perfección en el Beyblade y, por consiguiente, la perfección en la vida.
Yo nunca me di cuenta en su momento, pero la “chispa” que antes yo no podía describir era su hiperfijación. Su supuesta “malicia” era en realidad una mezcla de inocencia e ignorancia que nadie era capaz de corregirle. Y el “misterio” detrás de su personaje era la combinación de los dos factores anteriores, junto con todas sus consecuencias. Mi teoría es que todos estos detalles sólo fueron captados por mi subconsciente, haciéndome disfrutar de Ryuga sin que mi consciente supiera por qué.
Les prometo, amables lectores, que algún día voy a hablar en profundidad de Ryuga. Será posiblemente mi más larga publicación, pero me hallo incapaz de explicar en pocas palabras las cualidades que componen su personaje al completo. Por eso mismo, no profundizaré más sobre “el misterio de Ryuga” en esta serie de publicaciones, o nos desviaremos demasiado del tema que aquí nos compete.
Al menos creo que ya dejé en claro que Ryuga es mi personaje animado favorito de todos los tiempos… por lo que ya se imaginarán como fue para mí el verlo morir en el arco final de Metal Fury.
…
Por aquel entonces, mi familia y yo solíamos ir a misa los domingos a las 8:00 de la mañana. Beyblade se emitía los sábados y domingos a las 7:30 de la mañana, pero como yo tenía la fortuna de que la iglesia estaba a tres cuadras de casa, fácilmente podía apagar la televisión en cuanto iniciaran los créditos y llegar a tiempo a misa si me apresuraba.
En la serie, los últimos capítulos emitidos habían sido muy
crueles con Ryuga, aunque si somos sinceros, se lo merecía por ser tan necio y egocéntrico durante toda la
temporada, a pesar de que medio mundo le estaba insistiendo en que ayudara a
salvar el mundo.
Finalmente, tras negarse a brindar su apoyo durante meses, el karma le llovió al peliblanco
como un diluvio. Así, entre los episodios
29 y 33 lo vimos prácticamente fracasar en todo lo que se proponía, como si
el universo entero lo estuviese castigando.
En el episodio 33 de Metal Fury, Ryuga (alias Don Berrinchitos) literalmente causa un incendio forestal sólo porque la deidad villana de la temporada y sus seguidores lo insultaron. |
Hasta ese punto, yo
no tenía ningún problema con lo que estaba ocurriendo. Estaba bastante
consciente de que Ryuga se merecía todo lo que estaba ocurriéndole, y me
imaginaba que después de semejante mala racha, por fin le entraría algo de
sentido común en la cabeza para unirse a los otros héroes profetizados.
Eso
no fue para nada lo que ocurrió.
Viendo cómo sus planes personales estaban fracasando, Ryuga
se lo tomó todo como un ataque directo a su persona. Determinado a demostrar
que él era el mejor combatiente para
defender su herido e inflado ego, el peliblanco se dirigió a pelear solo contra la deidad maligna que
estaba amenazando al planeta entero. La pelea ocurriría en el episodio 35,
emitido un sábado.
Aquí necesito ser directa: no existen palabras para describir la
soberana paliza que Ryuga recibió en esta batalla. La brutalidad fue tal,
que en este punto el karma dejó de
sentirse justificado. O sea: es cierto que el peliblanco necesitaba un
escarmiento por sus actos durante los últimos 34 episodios de la serie, pero la
pelea del episodio 35 no entra en la categoría de “escarmiento”. Entra en la categoría de “tortura”.
El episodio 35 termina con Ryuga acabando inconsciente justo cuando el resto de los héroes profetizados llegan al campo de batalla. Como ellos llegan en el momento en el que la deidad maligna lanza el ataque fulminante, les toca presenciar en primera fila cómo Ryuga (quien fue descrito durante toda la serie como “una amenaza andante”) cae al suelo, aparentemente muerto. Acabar un capítulo con la posible muerte de uno de los héroes profetizados es un final amargo, y para mí, una fan acérrima de Ryuga, el dolor fue al menos el doble.
La mañana siguiente, domingo (por lo tanto, día de ir a misa), vi el episodio 36. Y si ya de por sí el capítulo 35 me había dejado devastada, el 36 me quebró por completo.
Las primeras escenas son literalmente sobre los personajes
principales lamentándose por la “muerte” de Ryuga, demostrando que, a pesar de que no le caía bien a ninguno, se
había ganado el respeto de todos. Además, con Ryuga “muerto”, la profecía
de los héroes que salvarían al mundo quedó rota, así que, en teoría, ya no sería posible derrotar a la deidad.
El resto del capítulo progresa con todos los personajes restantes enfrentando a
la deidad para vengar lo ocurrido con Ryuga, pero sin ese miembro clave de su
lado, el enfrentamiento no luce muy esperanzador.
Sin embargo, el milagro ocurre en las escenas finales: el pequeño Kenta, quien se culpa a sí mismo por haber fracasado en su misión autoimpuesta de hacer que Ryuga se uniera a los héroes, es ahora quien se enfrenta solo en contra de la deidad. Durante la pelea, el chico no deja de pensar y hablar acerca de sus experiencias viviendo al lado del peliblanco, sacando fuerzas de esos recuerdos. En ese punto, yo ya estaba empezando a sentir las ganas de llorar.
Entonces, Ryuga da señales de vida. Batallando un poco, recoge a su muy dañado L-Drago.
Y finalmente… libera todo el poder que estuvo cultivando desde el comienzo de la Saga Metal. Con una frase final dirigida a Kenta, acompañada de la única sonrisa pura que Ryuga tiene en toda la serie, todo ese poder es regalado al pequeño chico.
Último diálogo de Ryuga en toda la Saga Metal. |
Sin embargo, ese mismo poder era lo único que estaba manteniendo con vida a Ryuga, así que cuando se lo entrega a Kenta, el peliblanco se desvanece…
En serio.
Desaparece.
Se desvanece y nunca vuelve a aparecer. El mensaje es claro.
El capítulo finaliza con Kenta activando por primera vez el
poder profetizado que alguna vez le perteneció a Ryuga, haciéndolo justamente
mientras lamenta su muerte a todo pulmón. El excelentísimo doblaje de esta
escena (cortesía del talentoso Héctor
Emmanuel Gómez y la destacada Laura
Torres) no hace más que resaltar sublimemente las emociones ocurriendo
durante esos momentos en la pantalla.
Así que ahí me pueden imaginar, al borde del llanto apagando la televisión para
ir a la iglesia. Batallé mucho para no llorar por la muerte de Ryuga durante la
misa.
Recuerdo muy bien que pasé por las cinco etapas del duelo (negación, penuria, ira, negociación y aceptación, en ese orden preciso) tras este evento, al grado de que entré la etapa de la aceptación aproximadamente en 2018; teniendo en mente que el episodio fue emitido en 2014. Incluso hoy en día sigo sin poder ver el episodio 36 de Metal Fury sin sentirme un poco mal. Ya no lloro, pero una parte de mí se sigue sintiendo algo durante esas escenas.
En retrospectiva, considero la muerte de Ryuga como el punto culminante del impacto que la Saga Metal tuvo en mí. En mis casi 22 años de vida, nada ni nadie me ha hecho jamás sentir tantas emociones como Ryuga y su fallecimiento. El único personaje animado que me ha hecho llorar por su muerte, aparte de Ryuga, es Mufasa (de El Rey León), y el contexto de ambos personajes es muy distinto como para comparar el impacto de ambas muertes. Repito: algún día hablaré con profundidad de estos temas, pero hoy no será ese día.
El sacrificio del peliblanco no sería en vano. Al final, la entrega de su poder a otro personaje permite mantener viva la profecía, así que la maligna deidad es derrotada. En los momentos finales de Metal Fury, se da a entender que el espíritu de Ryuga queda en paz tras ver que el mundo del Beyblade ha sido salvado. Tras mostrar el camino que cada héroe profetizado toma para su vida después de salvar el mundo, Beyblade: Metal Fury termina.
Con esto, la Saga Metal llegó a su final… ¿verdad?
CONTINUARÁ… [Link a la parte siguiente]
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