domingo, 16 de marzo de 2025

Top 20 cortometrajes de los Looney Tunes de mi infancia [PARTE 2 de 2]

Fandom: Looney Tunes.
Nivel de conocimiento previo requerido: Bajo.
Tiempo estimado de lectura: 27 minutos.
[Link a la Parte 1 disponible aquí]

PUESTO 11: “There They Go-Go-Go!” / “¡Allá Van, Van, Van!” (Jones, 1956)

Carta de título del cortometraje.

NO PUEDO CREER QUE ESTE CORTOMETRAJE HAYA ACABADO TAN ABAJO EN EL TOP. Durante mucho tiempo, “There They Go-Go-Go!” fue mi Looney Tune favorito sin duda alguna, así que verlo en el puesto 11 me sorprende hasta a mí. Me disculpo con la Karen infante porque su cortometraje favorito ha quedado tan abajo… pero al menos le dejo el consuelo de que los cortometrajes que vendrán más adelante serán gustados tanto por ella como por la Karen actual. En fin: vayamos al meollo del asunto.

Como expliqué en las menciones honoríficas, es muy difícil para el espectador promedio darles un orden a los cortos del Wile y el Correcaminos. Sabiendo que todos tienen la misma trama (Wile arma trampas para hacerse con el Correcaminos, pero éstas se traspintan y lo hieren a él), distinguir a uno del otro es una misión imposible; y si no puedes distinguir a dos individuos, ¿cómo los vas a comparar y clasificar?

Los cortos de Wile y el Correcaminos también son casi indistinguibles para mí… pero de entre todos ellos, hay UNO en particular que se quedó atascado en mi cerebro. Un cortometraje cuyo principio y final eran inconfundibles para la Karen infante, y siguen siendo inconfundibles para su servidora en el presente. Ese cortometraje se titula “There They Go-Go-Go!”.

Wile tratando arrancarle un trozo al pollo de arcilla que modeló.

Me da igual que la escena inicial consuma más de un tercio del tiempo total del corto (lo que disminuye la cantidad de chistes con trampas fallidas que veremos). Muchos critican a “There They Go-Go-Go!” por administrar tan mal sus menos de siete minutos de extensión, pero para mí, no hay nada mal administrado. Esos dos minutos en los que Wile elabora un pavo asado de barro, intenta morderlo bajo la esperanza de que en serio sea comestible, elabora un basurero de barro, y tira el pavo de barro en el basurero de barro son oro puro en mi opinión.

Y minutos después, luego de nuestra usual ración de trampas fallidas (cortesía de la marca ACME), nos topamos con ese final que se ha quedado en mi mente como tallado sobre concreto durante años. Ese final tan simple pero tan estúpidamente gracioso que todavía me deja con una sonrisa embobada hasta hoy en día.

En esa trampa final, Wile acomoda un montón de rocas entre las puntas de dos acantilados, y pone una compuerta metálica debajo de ellas para que no caigan hasta que él quiera. Excepto que, cuando Wile abre la compuerta, LAS ROCAS NO CAEN. Tal parece que la fuerza de gravedad se ha ido de vacaciones, y para Wile, esa es la gota que derramó el vaso.

Cegado por el coraje de ver una trampa fallando de un modo tan absurdo, nuestro coyote SE COLOCA DEBAJO DE LAS ROCAS Y LAS PICOTEA CON UN PALO PARA QUE CAIGAN. El autoproclamado genio no se da cuenta de lo que está haciendo hasta que los primeros pedruscos comienzan a caerle en la cabeza, y es en ese momento donde este fotograma aparece en pantalla:

"En el nombre del Cielo, ¿qué estoy haciendo?"

TODO EN ESTE MOMENTO ES PERFECTO. El texto en el cartel siendo tan simple pero tan bueno para retratar la situación. La expresión de “soy un reverendo tarado” en la cara de Wile. El hecho de que el animal no intenta moverse de sitio a pesar de haber captado sus circunstancias a tiempo. TODO ES PERFECTO. Para otras personas este será un final cualquiera para un cortometraje cualquiera de Wile y el Correcaminos, pero para mí, esto es COMEDIA PURA Y DURA.

Sin palabras: le doy un grande y gordo aplauso a “There They Go-Go-Go!” por estimular a mi cerebro de un modo tan preciso que me he vuelto incapaz de olvidarlo.

 

PUESTO 10: “Bully for Bugs” / “El Conejo Torero” (Jones, 1953)

Carta de título del cortometraje.

Hemos llegado al top 10, por lo que desde ahora tendremos sólo lo mejor de lo mejor en cuanto a Looney Tunes. Iniciamos esta segunda mitad con otro de los grandes clásicos de Bugs Bunny, quien en esta ocasión quería ir a un festival de zanahorias en el Valle de Coachella (California, Estados Unidos), pero dio un mal giro en Albuquerque y terminó en un ring de torería en México. Mientras el conejo intenta descubrir el modo de reestablecer su ruta, el toro de la función decide agarrarlo como su nuevo objetivo, iniciando así la persecución del día.

Bugs pidiéndole al toro que deje de respirarle en la colita, porque el aire que exhala puede arruinarle su esponjosa textura.

En mi humilde opinión, este es de los cortometrajes con las mejores expresiones faciales de los Looney Tunes. Aquí ya no hablamos de una o dos escenas muy bien dibujadas: hablamos de TODAS las escenas. El toro está demasiado bien diseñado y animado para ser un simple enemigo episódico que nunca volveremos a ver. Además, es lo suficientemente inteligente como para darle una buena pelea a Bugs en un par de ocasiones, superando con facilidad el nivel de riesgo que representan Elmer, Sam y otros enemigos recurrentes. Eso sin mencionar lo genial que son las expresiones y poses de arrogante confianza de Bugs, las cuales son exacerbadas incluso más gracias a que su trajecito de torero que lo hace lucir más robusto, con proporciones que acentúan más sus poses.

Bugs con su trajecito de torero, recibiendo aclamaciones del público.

Por último, le hago una pequeña mención honorífica al numerito musical donde Bugs baila y le da cachetadas al toro al ritmo de Las Chiapanecas. Si quisieran que algún día le dedique una publicación entera a “Bully for Bugs”, háganmelo saber en los comentarios. Un cortometraje famosísimo y recordadísimo por su calidad, digno merecedor de su puesto 10 en este top.

 

PUESTO 9: “Baby Buggy Bunny” / “El Pequeño que Bugs Adoptó” (Jones, 1954)

Carta de título del cortometraje.

Otro cortometraje infravalorado del conejo, considerando que casi no he oído a nadie nombrarlo cuando se habla de “los mejores cortos de Bugs Bunny”. Si hay algo que puedo resaltar de “Baby Buggy Bunny”, es el hecho de que demuestra que Bugs puede volverse vulnerable a propósito, dejando de lado su invencibilidad natural cuando siente que no la necesita.

En este cortometraje, Bugs recibe dos agradables sorpresas. La primera es un maletín lleno de dinero que cae en su madriguera así nada más; la segunda es un tierno bebé huérfano en espera de que cierto conejo lo adopte. Gustoso, nuestro protagonista acepta ambas bendiciones… pero pronto resulta obvio que algo anda muy mal con el bebé.

Bugs y el bebé que apareció en la entrada de su madriguera.

Y es que el chamaco es obstinado y agresivo a más no poder. Bugs no le responde con violencia porque es un bebé, y como se está dejando vulnerable a propósito, las golpizas no le paran de llover. El conejo hace todo lo que puede por hacer sentir al chiquillo en casa, pero también empieza a sospechar que está traumadito o algo así. Nada más lejos de la verdad.

Resulta que ese “lindo bebé” es en realidad un hombre de 39 años de edad y de estatura exageradamente bajita. Su nombre es “Hill Harry”, pero es mejor conocido por su alias del bajo mundo: “Finster el Cara de Bebé”. ¿Recuerdan que al inicio Bugs recibió una maleta de dinero como caída del cielo? Pues bien: esa maleta es el producto de un robo que Finster acababa de cometer. Por un pequeño descuido, la maleta cayó en el agujero de Bugs, así que Finster decidió aprovechar su baja estatura para fingir ser un bebé y así poder meterse en la madriguera para recuperar el dinero sin ser detectado.

Por suerte, Bugs logra adquirir el contexto entero gracias a un noticiero en televisión… y cuando comprende la situación, se quita todas las inhibiciones que puso sobre sí mismo durante la mayoría del corto. Es hora de devolverle a Finster todos los golpes que le dio a Bugs durante los últimos minutos.

El reporte policíaco describiendo a Finster el Cara de Bebé.

“Baby Buggy Bunny” es uno de los cortometrajes más censurados de los Looney Tunes, pues como Finster se la pasa disfrazado de bebé la mayor parte del tiempo, la venganza de Bugs luce como ‘maltrato infantil’ si la sacas de contexto. La versión de este corto que yo conocí de niña fue la versión censurada… y aun así, nunca sentí que perdiera la gracia. Si un Looney Tune es chistoso incluso estando severamente censurado y modificado, puedes estar seguro de que es un Looney Tune de calidad. Por eso siento que “Baby Buggy Bunny” merece estar en el puesto 9 del top.

 

PUESTO 8: La Trilogía de Cacería – “Rabbit Fire” / “Temporada de Cacería” (Jones, 1951), “Rabbit Seasoning” / “Temporada de Cacería de Conejos” (Jones, 1952), & “Duck! Rabbit, Duck!” / “Pato, Conejo, Pato” (Jones, 1953)

Nuestro último empate de este top es la definición de “ICONICIDAD”. Si no conoces ni uno solo de los cortometrajes de la Trilogía de Cacería, estoy convencida de que nunca en la vida has visto un Looney Tune ni has oído hablar de Bugs Bunny o del Pato Lucas y si ese es el caso, siento lástima por ti.

Carta de título de "Rabbit Fire".

“Rabbit Fire” es el corto más famoso de la trilogía, principalmente por un detallito pequeño e insignificante: ESTA FUE LA PRIMERA VEZ EN LA HISTORIA EN LA QUE BUGS Y LUCAS PROTAGONIZARON UN CORTOMETRAJE EN CONJUNTO. El juntar a dos pesos pesados bajo la premisa de que uno de los dos iba a salir perdiendo era una propuesta MUY arriesgada en su momento. Por fortuna, Jones ya había progresado mucho en aquel entonces con su fórmula ideal para convertir a Lucas en un perdedor certificado, así que la idea de este corto resultó exitosa.

La premisa de este corto se la sabe todo el mundo, pero en caso de que necesiten que les refresque la memoria, aquí les va un resumen rápido.

Es temporada de conejos, y el Pato Lucas está aburrido. Para entretenerse, el pato negro guía a Elmer a la madriguera de Bugs, sólo para ver qué pasa después. No obstante, Bugs tarda poco tiempo en entender la situación, así que para devolverle la jugarreta a Lucas, le dice a Elmer que “es temporada de patos, no de conejos”.

A continuación, somos deleitados con una secuencia de chistes donde Lucas intenta hacer que Elmer le dispare a Bugs, y Bugs intenta hacer que le dispare a Lucas. Conejo y pato se la pasan peleando por ver quién logra manipular primero al cazador. Y justo cuando ambos parecen llegar a su límite, esto pasa:

"Temporada de Elmers".

En vez de seguir discutiendo, Bugs y Lucas se ponen de acuerdo en un instante para lidiar juntos con su enemigo común, y así, el corto finaliza sin ningún perdedor real… a menos que te llames “Elmer”.

La siguiente parte de la trilogía, “Rabbit Seasoning”, aplica esta misma fórmula de “Bugs vs Lucas, intentando engañar a Elmer para que mate al rival”.

Carta de título de "Rabbit Seasoning".

Es muy común que la gente confunda este cortometraje con su predecesor en la trilogía, pues ambos son estéticamente muy similares. Pero si quieren un consejo para distinguirlos a ambos, aquí se los doy: “Rabbit Fire” termina con Bugs y Lucas aliándose para acabar juntos con Elmer, y “Rabbit Seasoning” termina con Lucas saliendo como el perdedor mientras Bugs termina sin un rasguño.

Bugs haciéndose pasar por una señorita para no ser atacado por Elmer.

Fuera de eso, “Rabbit Seasoning” no se distingue mucho de su predecesor. Los chistes podrán funcionar de manera distinta y el final podrá ser distinto, pero en esencia ambos son casi lo mismo. No es hasta la tercera entrega de la trilogía que vemos un cambio más notorio en la fórmula.

Carta de título de "Duck! Rabbit, Duck!"

“Duck! Rabbit, Duck!” no sólo es distinguible por su ambiente tan invernal, sino también por el sistema que Bugs aplica para hacerle la vida de cuadritos a Lucas.

En esta ocasión, el conejo aprovecha toda clase de metáforas relacionadas con animales para hacerle creer a Elmer que Lucas es el animal descrito en la metáfora. Por ejemplo, si Lucas dice que es “tan inocente como un pichón, Bugs le dice a Elmer que es temporada de pichones.

Otro ejemplo de la táctica de Bugs en este cortometraje: Lucas se queja de que está siendo el chivo expiatorio de la historia, sólo para que Bugs saque un letrero que dice "Temporada de chivos abierta".

Después una larga lista de criaturas, Lucas termina sin saber qué animal es en realidad, y Elmer no sabe en qué temporada de cacería está. Aprovechando esa doble confusión, Bugs termina el asunto sin dificultad alguna, demostrando una vez más su superioridad como el más astuto Looney Tune de la franquicia.

Como un pequeño dato curioso, cada entrada de la Trilogía de Cacería transcurre en una estación diferente del año: “Rabbit Fire” ocurre en primavera, “Rabbit Seasoning” ocurre en otoño, y “Duck! Rabbit, Duck!” ocurre en invierno. Se dice que Jones tenía planeado un cuarto cortometraje para esta mini saga que transcurriera en verano. No obstante, como en esas épocas se dio el cierre temporal de Warner Bros. Cartoons (para usar su presupuesto en la producción de una película en 3D), todo apunta a que Jones perdió la inspiración para cuando llegó la reapertura.

Es una verdadera lástima, sabiendo lo icónicas que son las tres partes de la trilogía tanto por separado como en conjunto. Pero tres joyas animadas son mejores que ninguna joya animada, así que sólo dejemos a estas tres joyas animadas ahí en donde están: en un merecido empate por el puesto 8.

 

PUESTO 7: “Long-Haired Hare” / “El Canto del Conejo” (Jones, 1949)

Carta de título del cortometraje.

Ya llevamos una buena cantidad de puestos en este top sin mencionar algún número musical. Para arreglar eso, es hora de que hablemos de lo que muchos consideran “la más grandiosa venganza de Bugs Bunny en la historia”, la cual también resulta ser una historia bastante enfocada en su música.

En este épico cortometraje, Bugs Bunny se encuentra relajándose tocando música y cantando afuera de su madriguera. No muy lejos de ahí, el cantante de ópera Giovanni Jones está practicando en su lujoso hogar para su próximo concierto. Como ambos personajes están cantando música diferente a una distancia mutua muy corta, Giovanni mezcla por accidente su canto de ópera con la música popular de Bugs durante su práctica, y eso lo irrita mucho.

Deseando que el conejo deje de cantar para no ser distraído, Giovanni se dirige a la madriguera y, en vez de pedirle amablemente a su vecino peludo que le conceda algo de silencio, le destruye sus instrumentos musicales con enojo y lo maltrata físicamente. Es curioso notar que Bugs no se toma personales las agresiones hasta que Giovanni lo aporrea en la cabeza con una rama de árbol, señalando su diferencia de personalidades.

Este es Giovanni Jones: nuestro antagonista para esta historia.

Como la tercera es la vencida, Bugs sólo recibe tres agresiones gratuitamente antes de decidir que Giovanni merece una respuesta. El concierto del cantante es esa misma noche, por lo que nuestro conejo decide asistir y ver cuánto caos puede causar para humillarlo.

A continuación, tenemos una serie de chistes tan buenos que le han dado a este cortometraje su antes mencionado título de “la más grandiosa venganza de Bugs Bunny en la historia”. El conejo aplica varios de sus mejores trucos sobre Giovanni: disfrazarse de mujer para atraparlo con la guardia baja, hacer pasar una dinamita encendida por un objeto inofensivo, o usar alumbre para encogerle la cabeza.

Pero sin duda alguna, el truco más famoso de Bugs en “Long-Haired Hare” es el que lo termina todo: la escena final, donde el conejo se hace pasar por el director de orquesta Leopold Stokowski para tomar el control del concierto. Teniendo a Giovanni en la palma de su mano, Bugs lo fuerza a cantar en tonos muy intensos durante largos periodos de tiempo, teniendo efectos más que desastrosos… pero también muy divertidos de mirar.

Bugs haciéndose pasar por Leopold Stokowski para tomar el control del concierto de Giovanni Jones.

Si la estupenda retribución de Bugs hacia Giovanni no es suficiente motivo para justificar la posición de “Long-Haired Hare” en este top, la música que lo acompaña seguramente lo compensa. No siempre puedes escuchar una voz de cantante ópera en un Looney Tune, y tal parece que el equipo de producción aprovechó la oportunidad tan bien como pudo. Si le haces caso omiso a los chistes y te enfocas sólo en el canto, es impresionante notar el rango de la voz del actor de Giovanni: Nicolai Shutorov. No se sabe mucho de este hombre, pero estoy segura de que tener su voz inmortalizada en uno de los mejores cortometrajes de los Looney Tunes en la historia debió haberlo llenado de orgullo.

 

PUESTO 6: “One Froggy Evening” / “¡Ay, qué Rana!” (Jones, 1955)

Carta de título del cortometraje.

Después de tantos cortometrajes de Bugs Bunny y/o el Pato Lucas, por fin nos topamos con otra joya que no depende de personajes insignia para brillar. ¡Y vaya que esta joya tiene un brillo excepcional!

Si “What’s Opera, Doc?” no existiera, estoy segura de que este cortometraje sería el que la gente llamaría “la obra maestra suprema de Chuck Jones”. Además, su calidad es tan grande como su iconicidad; tanto así que, si el título no le ha hecho identificar a alguno de ustedes cuál es, estoy segura de que la siguiente imagen dejará claras las cosas:

Nuestro protagonista para este cortometraje interpretando su número musical característico.

Así es: este es el famoso cortometraje de la rana cantora. Para quienes no lo sepan, su nombre es “Michigan Jackson Rana”.

Chuck Jones era un hombre curioso, pues aunque su trabajo consistía en hacer simples dibujitos chistosos, su pasión era hacerse al sabiondo y meter cosas “serias” y “adultas” (nótense las comillas) en sus producciones. Por eso, “One Froggy Evening” es un mensaje en contra de la avaricia, disfrazado de tragicomedia animada. La historia es sencilla: un humilde trabajador llamado “Ernie” se encuentra con un pequeño cofre mientras laboraba demoliendo un edificio. Dentro del cofre hay dos cosas: las escrituras del edificio, y un cierto Michigan Rana.

En cuanto Ernie capta que Michigan podría volverlo millonario de por vida, no piensa dos veces su curso de acción: ir a una agencia de talentos para hacer un casting como “el dueño de la única rana cantora del mundo”. Sin embargo, Ernie descubre algo en este casting: que Michigan sólo cantará cuando Ernie sea su único espectador. En vez de resignarse y aceptar que la rana nunca lo hará millonario, el hombre se obsesiona con sus delirios de fortuna fácil, al grado de sacrificar lo poco que tiene mientras persigue un sueño imposible. El resultado final es lógico: Ernie pierde su casa, su trabajo, sus ahorros y su credibilidad. Lo único que le queda es una rana cantora que no le sirve de nada.

Un Ernie vagabundo viviendo en la calle, con Michigan siendo su única posesión restante.

Eventualmente, Ernie acepta que Michigan ha sido una maldición para su vida en vez de una bendición. Determinado a acabar con esa maldición, el hombre se cuela en el edificio en que alguna vez trabajó en reconstruir, deja el cofrecito en donde lo encontró, y nunca lo vuelve a ver. Cien años después, la historia se repite: el edificio está siendo remodelado una vez más, uno de los trabajadores se encuentra con Michigan y las escrituras, y decide renunciar a todo lo que tiene para hacerse con una fortuna imaginaria.

Cuando se es niño, uno no suele notar los mensajes ocultos en esta clase de animaciones. Sólo nos reímos de las desgracias de las víctimas de los chistes y disfrutamos de los números musicales. Pero el mensaje que Jones nos intenta dar con “One Froggy Evening” es muy importante: los saltos de fe no son siempre buenos, y mucho menos cuando están guiados por la avaricia. Si algún día quieren que hable largo y tendido de este cortometraje, pueden decírmelo en los comentarios. Por ahora, limitémonos a decir que la Karen del presente sigue amando tanto esta animación como la Karen del pasado, incluso si los motivos han cambiado un poco.

 

PUESTO 5: “Rebel Rabbit” / “Conejo Rebelde” (McKimson, 1949)

Carta de título del cortometraje.

Después de OCHO PUESTOS SEGUIDOS dominados por Chuck Jones, Robert McKimson hace su regreso triunfal en ésta: su última aparición en mi top. Siendo una detractora certificada del trabajo de este director, no soy capaz de explicar cómo pudo crear esta bella animación, incluso si conozco todo lo necesario sobre su historial y contexto.

Si ya de por sí muchos de los cortometrajes que he enlistado brillan por su simpleza y su comedia tan estúpidamente buena, creo que “Rebel Rabbit” está en la cima de todos ellos. Este es un corto ilógico si te fijas sólo en su premisa, pues va en contra de todos los principios que forjaron a Bugs Bunny como una estrella. Sin embargo, de una manera que no puedo explicar, los eventos en pantalla se sienten naturales, eso sin mencionar la tremenda calidad de los chistes. Para explicar mejor lo que intento decir, pasaré a resumirles el cortometraje.

Durante una tranquila caminata por el bosque, nuestro conejo se topa con unos cuantos letreros anunciando las recompensas gubernamentales por matar ciertos animales. Matar a un zorro te hace acreedor a 50 dólares (13,365 pesos mexicanos al cambio actual), matar a un oso te da derecho a cobrar 75 dólares (20,047 pesos mexicanos al cambio actual), y matar a un conejo se traduce en ganar… 0.02 dólares (6 pesos mexicanos al cambio actual).

Cualquier criatura con uso de razón se alegraría de ver ese precio tan bajo, pues significa que nadie vendrá para hacerse millonario con tu cadáver. Pero por algún motivo, Bugs se toma el asunto como un insulto, pues siente que los conejos deberían valer más que cualquier otro animal, sin importar el contexto. Indignado a más no poder, nuestro protagonista decide ir a Washington para pedir que el precio de los conejos se aumente por ley.

Bugs demandando ser enviado por correo a Washington, preparándose a sí mismo con todo y estampilla.

Llegando a la Casa Blanca, Bugs recibe la explicación obvia para todo este asunto: los zorros y los osos tienen un precio tan alto porque su presencia en los bosques públicos es una amenaza turística. En comparación, los conejos son inofensivos y no molestan a nadie, por lo que no hay razones para incentivar su matanza con recompensas económicas. Pero de nuevo, parece que la lógica en el cerebro de Bugs Bunny se ha ido de vacaciones, porque él interpreta la explicación como un “los conejos valen poco porque son inofensivos, y si quieres que suba su precio, deberás probar que son peligrosos”.

Bugs Bunny ha malinterpretado la situación, y ahora cree que debe volverse la criatura más destructiva de Estados Unidos para recibir el respeto que merece. Como ya podrán imaginar, esto no termina nada bien.

Después de una pequeña declaración de intenciones, nuestro conejo pasa el resto del cortometraje devastando a su propia patria del modo más caricaturesco posible. Desde cerrar el paso del agua en las Cataratas del Niágara hasta revertir Manhattan a su estado pre-colonizado, Bugs vandaliza tantos símbolos culturales de EEUU como puede, sin detenerse ni por un segundo a reflexionar lo lejos que está llevando un asunto tan sinsentido.

Bugs vandalizando un monumento, mediante un grafiti que dice "Bugs Bunny estuvo aquí".

Por fortuna para Bugs, sus pillerías dan resultado. Por desgracia para Bugs, sus pillerías dan resultado. Y es que no sólo se están ofreciendo un millón de dólares ($267’291,786MXN al cambio actual) por su cabeza en una bandeja (que es lo que él quería: un precio altísimo por su especie), sino que el ejército entero está persiguiéndolo: soldados a caballo, tanques, camionetas blindadas, aeronaves de combate, etcétera. No es hasta que el conejo acaba encerrado en Alcatraz que se da cuenta de que tal vez, sólo TAL VEZ, se sobrepasó UN POQUITO con esta situación. Fin.

Repito: esta es una trama absurda la veas por donde la veas. Bugs debería haber sido lo suficientemente listo como para entender, desde el comienzo, que tener un bajo precio era algo bueno para él y para todos sus congéneres. Sin embargo, de algún modo la premisa funciona, y funciona de maravilla. Además, el nivel de caos que el conejo logra es igualmente absurdo e hilarante. Ver cómo un país entero queda patas arriba por un solo conejo no tiene precio. Así que felicidades a Robert McKimson: de forma milagrosa, una de sus creaciones logró volverse una obra maestra según mi criterio.

 

PUESTO 4: “Rabbit of Seville” / “El Conejo de Sevilla” (Jones, 1950)

Carta de título del cortometraje.

Una vez más, nos topamos con un cortometraje que todo el mundo conoce si ha visto a los Looney Tunes al menos una vez en su vida. También, una vez más nos topamos con un cortometraje destacado por su música, sus expresiones faciales y sus poses corporales. Eso sin mencionar su comedia tan impecable. Tal vez “Rabbit of Seville” se ha quedado en el cuarto puesto del top, pero no dejen que ese número los engañe: esta es otra de las obras maestras certificadas de Chuck Jones, así que nadie debería dudar de su calidad.

Un Bugs disfrazado de barbero a punto de cobrarle sus "servicios" a un Elmer atolondrado.

Igual que con “What’s Opera, Doc?”, este cortometraje no es más que tu típica persecución de ‘Bugs vs Elmer’, pero ambientada en un entorno distinto al usual. En lugar de un bosque, ambos tienen su encuentro en un teatro que está mostrando la obra de “El Barbero de Sevilla”, con Bugs sacándole provecho a la escenografía para burlar a Elmer. En cuanto los dos se meten al teatro, el cortometraje se vuelve totalmente musical, por lo que los chistes son acompasados al ritmo de la melodía inicial de la obra de teatro de la vida real.

Bugs dándole un "suave" masaje en el cráneo a un Elmer inconsciente.

Desde hacerle crecer flores a la cabeza de Elmer, hasta hacer que una rasuradora lo ataque como si fuera una serpiente, el conejo no le da ni un segundo a su rival para respirar. La música es perfecta, y está tan bien sincronizada con los chistes que me cuesta creer que Freleng no haya sido el director de este cortometraje. La perfección de “Rabbit of Seville” es difícil de explicar con palabras, así que mejor les recomiendo verlo ustedes mismos para que comprendan.

 

PUESTO 3: “Three Little Bops” / “Los Tres Cerditos Jazzistas” (Freleng, 1957)

Carta de título de mi medalla de bronce. Aunque la imagen es estática, la versión del cortometraje tiene a las letras moviéndose al ritmo de la canción de fondo.

Hemos llegado al top 3 y, para serles honesta, desde este punto todos los cortometrajes enlistados son merecedores de la medalla de oro en mi opinión. Podrías cambiar el orden del puesto 3, el puesto 2 y el puesto 1 a tu antojo y no importaría porque todos son igual de perfectos ante mis ojos, aunque cada uno por su propia razón. En el caso de “Three Little Bops”, yo lo pongo en la cima porque lo considero el Looney Tune musical supremo.

Antes de proseguir, debo dejar en claro algo importante: yo no soy una experta en música ni nada que se le parezca. No tengo idea acerca de si existe alguna regla o algún canon que dicte cómo medir la calidad de una melodía. Nunca he tocado un instrumento musical, y no sé componer partituras.

Dicho eso, yo tengo una forma muy simple de decidir si una canción es excelente o no: si se me queda grabada en la mente por mucho tiempo y si la disfruto cada vez que vuelve a mis pensamientos, es una canción excelente y fin de la discusión. Sabiendo eso, ¿qué pensarían si les digo que pasé casi una década entera sin ver “Three Little Bops”, y aún así podía recordar a la perfección su compás y la letra de algunas de sus estrofas?

El grupo titular: los Tres Cerditos, representados en esta historia como una banda de jazz.

El cortometraje es una parodia a la clásica fábula de Los Tres Cerditos. El trío protagónico es representado como una banda de jazz cuyo espectáculo es arruinado frecuentemente por el Lobo Feroz. Al inicio, los Cerditos tocan en un restaurant-bar hecho de paja; luego se mudan a uno hecho de madera; y finalmente dan a parar a uno de ladrillos.

En cuanto al Lobo, él es un aspirante a músico que quiere unirse a la banda porcina, pero como todavía no sabe tocar bien, es rechazado por los Cerditos cada vez que intenta integrarse al acto. Con cada rechazo, el Lobo se molesta y derriba el restaurant-bar en el que los Cerditos se encuentren en ese momento, soplando con su trompeta (para derrumbar el edificio con el mal ruido) en vez de soplar directamente como en la fábula real.

Al llegar al restaurant-bar de ladrillos, los trompeteos del Lobo ya no le sirven para causar un derrumbe, así que lo vemos pasar a la solución más obvia para cualquier Looney Tune: dinamita. Sin embargo, el Lobo calcula mal cuándo debe encender la mecha, y tras recibir la explosión a quemarropa (sin que los Cerditos salgan afectados en lo más mínimo), su alma va al infierno. En un giro de trama bastante raro, el Lobo aprende a tocar bien en cuanto va a parar al agujero infernal, así que los Cerditos por fin lo aceptan como un miembro de su banda, con todo y que no sea más que un espíritu venido del averno.

El Lobo Feroz, representado en esta historia como un músico entusiasta pero sin talento.

Ya mencioné en el puesto 17 que Friz Freleng era un genio a la hora de elaborar cortometrajes musicales. Pues bien: en los primeros años de existencia de los Looney Tunes, el meter números musicales era una obligación impuesta por Warner Bros.; pero con los años, se les dio libertad creativa a los animadores para que sólo utilizaran números musicales cuando lo desearan. “Three Little Bops” fue creado en esa época donde nadie hacía cortos musicales a menos que tuviera el deseo de hacerlo, así que podemos asumir que Freleng estaba bastante inspirado cuando creó este corto… y se nota.

De entre todos los cortos musicales de los Looney Tunes, “Three Little Bops” siempre ha sido mi favorito. Es uno de los contadísimos cortometrajes donde el género no es la música clásica, y por lo tanto, tiene un ritmo más animado y contemporáneo que, siendo sincera, me llama más. Y como dije antes, memoricé algunas estrofas de la canción de este cortometraje sin siquiera intentarlo desde que era una niña. No tengo más que decir: un cortometraje pegadizo, muy divertido, y lleno de pasión.

 

PUESTO 2: “Duck Amuck” / “Esto Está de Locos” (Jones, 1953)

Carta de título de mi medalla de plata.

Damas y caballeros: les pido que se quiten el sombrero por unos momentos en señal de respeto, pues estamos ante la leyenda animada de entre todas las leyendas animadas. Y es que cuando hablé de “What’s Opera, Doc?”, dije que algunas obras maestras sólo pueden ser comprendidas por un ojo experto. Pero en esta ocasión, lo que tenemos enfrente es una obra maestra universal, apreciada por cualquier ser humano… o al menos eso creo, considerando que nunca en la vida he oído ni leído un solo comentario negativo sobre “Duck Amuck”.

Este cortometraje es la tercera obra maestra definitiva de Chuck Jones, junto a “What’s Opera, Doc?” y “One Froggy Evening”. Ese trío de animaciones es tan valorado que la Biblioteca del Congreso Estadounidense contiene una copia de cada uno de ellos, junto a muchas otras obras literarias, musicales o audiovisuales que se consideran “de valor incalculable”.

Para que se den una idea de lo que estamos hablando: esa biblioteca es considerada casi como la cápsula del tiempo más grande del mundo, y está pensada de modo que, si en un futuro la humanidad se extingue y otra raza inteligente llega al planeta, esa otra especie tenga un catálogo completo de lo que nos define como seres humanos. Y ahí, junto a las declaraciones de independencia, los textos religiosos y los mapas de todas las escalas, están también esos tres rollos de película mostrando a conejos, ranas y patos de caricatura. Así de valiosas son estas tres creaciones de Chuck Jones.

Lucas siendo borrado de escena por el animador.

“Duck Amuck” inicia como un cortometraje normal del Pato Lucas, interpretando en esta ocasión a un personaje de Los Tres Mosqueteros. Pero mientras nuestro protagonista representa su papel, el escenario de repente pasa de un castillo medieval a una granja, luego a una tundra, y luego a una jungla.

Lucas le pregunta al animador a cargo de esta caricatura qué diantres está pasando (rompiendo la cuarta pared en el proceso), pero en vez de dar la cara y responder, el animador sólo continúa borrando o alterando cosas de manera azarosa. Con cada modificación aleatoria al cortometraje, Lucas va perdiendo la compostura cada vez más, siendo sus súplicas por recibir algo de normalidad lo que generan la mayoría de la comedia.

Lucas siendo redibujado por el animador como una criatura extraña, mientras el fondo luce como dibujado por un niño de diez años.

Podría dedicarle una publicación entera al estudio de las ideas y los mensajes que Jones usó para crear “Duck Amuck”, pero este no es el momento adecuado para ello. Si quisieran que lo haga en un futuro, ya saben qué hacer, amables lectores. Por ahora, sólo diré que este cortometraje me tenía obsesionada de niña, pues recuerdo que hubo un tiempo en el que veía los Looney Tunes sólo con la expectativa de que “Duck Amuck” apareciera en la programación del día. Una de las joyas de la corona de esta franquicia animada sin lugar a dudas.

 

PUESTO 1: “Ali Baba Bunny” / “Bugs Ali Baba” (Jones, 1957)

Carta de título de mi medalla de oro.

En los dos puestos anteriores de este top, he hecho énfasis en cómo algún elemento de ellos ha permanecido en mi memoria durante mucho tiempo sin necesidad de revisitarlo con frecuencia: la música de “Three Little Bops” y el humor de “Duck Amuck”. En el caso de “Ali Baba Bunny”, lo que se ha quedado grabado en mi interior son la historia y los personajes, y por si este blog entero no lo ha dejado claro, las buenas historias y los buenos personajes son lo que más me importa en cualquier animación. Y es que, en mi humilde opinión, ningún cortometraje representa mejor la dinámica entre Bugs Bunny y el Pato Lucas como este. Vayamos por partes.

Nuestra historia comienza con un sultán yéndose de viaje y dejando a un guardia (llamado “Hassan”) a cargo de vigilar sus riquezas, bajo la amenaza de matarlo si algo malo les pasa. Sin embargo, no pasan ni treinta segundos desde que el sultán se marcha para que alguien se meta a la cueva de los tesoros por medio de un túnel bajo tierra. Hassan intenta abrir la puerta encantada de la cueva, pero resulta que ha olvidado las palabras mágicas para hacerlo, así que tarda un par de minutos en recordar el encantamiento y toparse con el intruso subterráneo.

Hassan notando que ha olvidado las palabras mágicas para abrir la puerta de la cueva.

Dicho intruso subterráneo es, obviamente, Bugs Bunny, quien accidentalmente dio a parar en Arabia en lugar de las playas de Pismo, California. Junto a él ha llegado el Pato Lucas, quien manteniendo su personalidad tan convenenciera, ha venido con Bugs para tomarse unas vacaciones gratuitas en la playa, por mucho que no le guste viajar bajo tierra.

Desde aquí, la historia se divide en dos. Por un lado, Bugs intenta averiguar en dónde rayos están y en qué momento se desviaron de la ruta correcta, teorizando que tal vez debió girar a la izquierda en Albuquerque y/o a la derecha en La Joya. Por otro lado, Lucas intenta robarse los tesoros del sultán una y otra vez, con Hassan persiguiéndolo y casi matándolo en más de una ocasión. Cada vez que el pato se queda contra las cuerdas, le pide al conejo que use sus dotes como embaucador para salvarlo.

Bugs brinda auxilio un par de veces para no ser maleducado, pero también critica a Lucas por su aparente falta de instinto de supervivencia al provocar la ira de Hassan en tan repetidas ocasiones. No obstante, bien dice el dicho que “la tercera es la vencida”, así que ante el tercer intento del pato de cometer el robo del siglo, el conejo decide que ya tuvo suficiente y se marcha por el mismo agujero por donde vino, dejando a Lucas a su suerte.

Lucas mirando con molestia a Bugs, quien acaba de engañar a Hassan con un disfraz de genio para que lo deje en paz.

Podría hablar largo y tendido acerca de cada detalle en este cortometraje que me fascina: los personajes, el humor, la música, las expresiones faciales y corporales, la historia, el doblaje… Si alguno de ustedes quisiera un desglose completo de los detalles de “Ali Baba Bunny” que me agradan para una publicación futura, puede comentarlo sin problemas. En fin: por ahora dejémoslo en que este cortometraje era la perfección encarnada para la Karen infante, y sigue siéndolo para la Karen actual. Un cortometraje cuyo único defecto es que no es infinito; un dignísimo merecedor del puesto 1 en mi top personal de la infancia.

CONCLUSIÓN

Siendo honesta, hacer este top me ha tomado mucho más esfuerzo del que esperaba. Mi lista inicial de candidatos tenía unas 60 opciones, y a la hora de rebajarlos a sólo 20, tuve que dejar atrás a muchos otros de mis favoritos. Por darles unos ejemplos, tuve que omitir “For Scent-Imental Reasons”, “Forward March Hare”, “Often an Orphan”, “Bugs Bunny Rides Again”, “Speedy Gonzales”, “Punch Trunk” y “Bunny Hugged”: todos grandes cortometrajes a su manera. Hasta las menciones honoríficas me han parecido insuficientes, pero como no quería que esta se volviera una publicación en tres partes, tuve que contenerme.

Haciendo un repaso y análisis breve, me he topado con un dato bastante curioso: de los 37 cortometrajes que lograron entrar a la lista (incluyendo a las menciones honoríficas y contando por separado los empates), 29 fueron creados por Chuck Jones. Eso representa casi el 80% del top, y me da a entender algo que ya sabía por ciencia, mas no por empirismo: hay veces en las que el arte conecta contigo sin explicación alguna. Sólo sientes que te llama sin razón lógica por detrás.

Hace un par de años, cuando comencé a adentrarme en el mundo de los Looney Tunes clásicos por medio de documentales, entrevistas, críticas y lecturas, me di cuenta de lo mucho que las filosofías artísticas de Chuck Jones se parecían a las mías. Si bien creo que el sujeto era orgulloso a niveles bastante desagradables, el modo en que él trabajaba y visualizaba sus creaciones me parece inspirador. Pero esas conclusiones las saqué hace relativamente poco.

De pequeña, lo que menos me importaba de un Looney Tune eran sus créditos. Y aunque los créditos me hubiesen interesado al menos un poco, no sabía lo suficiente de inglés como para saber qué significaba “Voice Characterization”, “Directed By” o “Copyright by the Vitaphone Corp.”. En resumen: yo no sabía quién rayos era Chuck Jones. Sólo sabía que Lucas peleando con el animador era chistoso, que Bugs engañando a un guardia árabe era chistoso, que la música iba muy bien con el Conejo de Sevilla, y que esos dibujos eran preciosos. Jones tenía una magia especial en su trabajo que me dejó hipnotizada desde que tengo memoria, y no fue hasta que escribí esta publicación que me di cuenta de ello.

Otra sorpresa agradable con la que me he topado es lo bien que ha envejecido el doblaje original de los Looney Tunes.

Desde que comencé a ver caricaturas en Internet con actuación de voz en su idioma original, muchos de los doblajes con los que crecí perdieron la mayor parte de su encanto. Me di cuenta de cómo debían sonar los personajes según la visión artística del autor original, y conocí las expresiones y los juegos de palabras que se perdieron al traspasarlos a un guion en español. Sin embargo, eso no ha ocurrido con los Looney Tunes que entraron a este top.

Yo he visto todos y cada uno de los cortometrajes enlistados en inglés al menos una vez en los últimos dos años. Y sin embargo, al escribir sus respectivos párrafos para esta publicación, siempre se me venían a la mente ciertos diálogos en su versión específicamente en español. Recuerdo el “Saquen al de la tos ferina” de Baton Bunny, el “¡Me gustaría…! ¡Me gustaría…! Me gustaría irme a Europa…” de Drip-Along Daffy, y sobre todo el ¡SOY RICO! ¡SOY MILLONARIO! ¡Mi futuro está asegurado!” de Ali Baba Bunny, entre muchos otros. El doblaje en español de los Looney Tunes clásicos ha envejecido tan bien como el vino.

Haciendo un repaso rápido, los cortometrajes que les dije que estaría dispuesta a analizar con mayor detalle en un futuro fueron “Rhapsody Rabbit” y “Baton Bunny” (en conjunto), “Bully for Bugs”, “One Froggy Evening”, “Duck Amuck” y “Ali Baba Bunny”. También propuse un análisis a la historia del Gato Claude. Queda en ustedes, amables lectores, elegir si hablamos en unos meses de alguna de esas opciones. Sin embargo, creo que ya he dicho suficiente por esta ocasión.

Agradezco a quienes hayan leído todo hasta aquí. Ojalá se hayan divertido tanto como yo me divertí escribiendo. Sin más por añadir, me despido. ¡Hasta la próxima, queridos lectores, cuídense y no olviden celebrar los buenos viejos tiempos de vez en cuando!